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CUANDO ENTRES A LA LITERATURA

Posted by Sci-Fi

CUANDO ENTRES A LA LITERATURA
Por: Nicolás Hidrogo Navarro
(hacedor1968@hotmail.com)
Escribir ni es un oficio ni una profesión, ni una moda pasajera ni de cuando en cuando y en cada ocasión: es una forma de vida de perennizar todo lo que atrapas y tocas con la palabra. Escribir es fosilizar los recuerdos, las vivencias, las emociones, tus devaneos, sus frustraciones, tus pequeños y pírricos triunfos de alegría. Escribir es ponerte a pensar fuerte y hacer trabajar las neuronas a mil por milisegundo.
Grecia, que fue la civilización matriz de la antigüedad, que creó, clasificó preceptivizó todos los géneros del intelecto humano existentes hasta hoy, fue sin duda la sociedad más culta del mundo y en ella la literatura tenía un pedestal supremo en prestigio social. Siempre los poetas, filósofos, dramaturgos, narradores e historiógrafos, fueron vistos como seres iluminados, magos, santones, profetas, demiúrgicos y, aunque pobres y mendicantes, gozaban de un prestigio extraordinario que los hacía seres míticos en vida. Homero, Tespis, Anacreonte, Safo, Platón, Sócrates, Aristóteles, Esquilo, Eurípides, Sófocles, Herodoto, Tucídides, Jenofonte, Demóstenes, Esquines, representan las celebridades que al caminar por las calles de Atenas, emanaban un áurea refractante de gurús y santones, perseguidos como enjambre por los efebos que querían aprender de filosofía, retórica, gramática, matemáticas, escuchándolos peripatéticamente, en alguna plaza, mercado o esquina de calle concurrida.
La vida de un escritor puede ser tan extraordinaria, cargada de misticismo, anécdotas y cosas sublimes para los demás como miserable y reduccionista para quienes lo rodean y viven su día a día. Y es que el acto literario es un hecho solitario, aunque con connotaciones de prestigio social cada vez que hay presentaciones infladas, lanzamientos marketeados. Doce meses de encierro obligado y una o dos noches de fervor, donde todas las miradas expectantes y extasiadas, puede ser la recompensa perfecta que un consagrado puede libar hasta embriagarse de fama, poder y admiración. Esto es generalmente lo que suele hacer ingresar a muchos jóvenes noveles al fascinante mundo de la literatura, peor cuando no se tiene vocación y convicción, al primer fracaso crítico, editorial y de ventas de sus textos, suelen ir lisiados al rincón del olvido, los renegados, los marginales y hacer lo que sea para que no le importe a nadie ni le digan nada. El verdadero escritor escribe para suscitar reacciones cataclísmicas en los demás, y por sus ideas deberá soportar todo un tráfago de cosas que ponen a prueba su entrega total o revelarse como meros devaneos inconsistentes de ilusos que creen que por su primer eructo deban recibir el Nóbel.
En la Grecia pericleana era común la presencia de literatos favorecidos por Mecenas y la rivalidad literaria era pan de cada día, sin embargo, pese a las victorias de los duelos de ingenio, talento y genialidad, en los juegos florales, éstas exactamente no eran recompensadas económicamente, sino se les entregaba un laurel de olivos frescos y una canasta de manzanas jugosas al vencedor y éste retornaba orondo a casa, con el ego rebosante sobre cielo cerúleo del Peloponeso pero con la mirada reverencial en sus oidores o lectores que lo aclamaban endiosándolo.
El ejercicio literario, la condición del creador, mayoritariamente, desde entonces, no ha cambiado mucho en lo económico, pero sí en las actitudes. Los premios ya no son ahora laureles ni unas pocas manzanas, sino pecuniarios y más de las veces no se sabe si le hacen bien o más daño al creador. En algunos casos se valora, impulsa, acicatea, permiten que el creador mejore y siga perfeccionándose y esforzarse por hacerse cada vez mejor sus creaciones; pero en su mayoría de casos, los enajena, los vuelve torpes endiosados, los separa de sus lectores y los encierra en su torre de marfil. Se vuelven seudodivos solitarios sin amigos, seres sublimados, auténticos marginales que se enlunan y trazan sus círculos imaginarios entre el ego de sus locuras y la realidad.
Por eso cuando entre a la literatura, ten en cuenta que no llegarás a ser potentado con el usufructo de tu talento; ten en cuenta que puedes convertirte en un fantoche de barro si crees en todo lo que te dicen; ten cuidado que puedes coger el síndrome de la fama hasta volverte preso en tu propia cárcel egomaniaca; calcula mucho que tu talento tiene un pico y una sima; ten en cuenta que lo que haz hecho otros ya lo han delineado e intentado hace siglos; ten en cuenta, finalmente, que la literatura se ha hecho para poner en práctica tu libertad de creación, actuación y no sea que, por no saberla domeñar, termine siendo el pasaporte de tu propia frustración y soledad.


Lambayeque, setiembre 03 de 2006

Nicolás Hidrogo Navarro
Coordinador General Conglomerado Cultural
Lambayeque-Perú

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