¿Y DÓNDE ESTÁN LOS PROFESORES DE LENGUA Y LITERATURA?
Por: Nicolás Hidrogo Navarro
(hacedor1968@hotmail.com)
Por: Nicolás Hidrogo Navarro
(hacedor1968@hotmail.com)
Quizá en el Perú la opción para ser profesor de Lengua y Literatura tenga que ver más con la oferta laboral (aunque sea consigues trabajo de “profe”, los de “mate” y “lengua”, siempre tendrán trabajo), el desconsuelo y frustración de no haber ingresado a otras carreras profesionales predilectas como Medicina y Derecho, que con el perfil vocacional.
No es casual que el perfil de formación profesional se las diversas universidades e institutos superiores pedagógicos se orienten a forjar profesores de pizarra, tiza y dictado a que promotores e incentivadores de la lectura, producción y valoración de textos. No se puede exigir lo que uno no se exige ni da como ejemplo.
Del seguimiento que vengo haciendo desde hace más de quince años de las promociones egresadas de la especialidad de Lengua y Literatura de Institutos Superiores Pedagógicos y Universidades Pública y privadas en la Región Lambayeque, que suman unos 400 por año, si cumplen la función de promotores culturales y motivadores colectivos de la lectura y la producción de textos extracurricularmente, diez, son muchos. Son profesores que dentro de sus inteligencias múltiples no tienen el soporte del amor, la devoción la aptitud y la predisposición por la lectura ni la creación. Son profesores de a sueldo por horas, no maestros que pretendan hacer magisterio literario, dentro y fuera de su institución educativa. Son profesores que están atornillados y cumplidores de una programación curricular infuncional, que cuadricula, parametra y aprisiona la más libre de todas las artes: la creatividad literaria.
Con docentes que no saben el cómo, por qué, para qué enseñar Lengua y Literatura, ni cómo desamarrar y aplicar la gramática formulistoide, ni qué hacer con la preceptiva literaria ni cómo adaptar las estrategias metodológicas para incentivar la lectura ni la producción y compresión de textos, estamos en un grave problema de fondo y de forma: incapaces de enseñar con el ejemplo creativo, nos sumergimos en las mismas profundidades nebulosas de agonía de lectores y hacedores del arte más libérrimo y sublime que perenniza al hombre, la literatura.
Los profesores de Lengua y Literatura están allí dormitando en un rincón con su libro de gramática al lado, con su registro tachonado de rojos, pruebas tipo IBM sin corregir ni devolver, ejemplos clichés de análisis morfosintácticco casi borroneados desde hace más de una centuria y despremunidos de herramientas espirituales: la fuerza motivacional del creador-maestro-ejemplo.
Paciente-alumno y médico-profesor están en cuidados intensivos tumbados sobre la camilla-libros, la enfermedad que los aqueja es la apatía por la lectura, los síntomas son bajos niveles de comprensión lectora, últimos en Latinoamérica en razonamiento verbal y extinción de creadores.
Habrá que empezar por cernir y reevaluar el rol y perfil profesional del profesor de Lengua y Literatura y ver qué, cómo y cuánto lee, ver qué, cómo y cuánto enseña y articula el lenguaje para la literatura. Nadie aprenderá o se habituará a leer por Decreto, Oficio o Memorando. Aprenderemos mecánicamente y festejaremos sacarnos un 20 de nota memorizando todos los verbos pluscuamperfectos y los vericuetos del análisis oracional y hasta retacear una ficha de lectura, pero quizá jamás aprenderemos a habituarnos a la lectura y bucear las cavernas misteriosas de la creación por el puro placer del disfrutar. Eso y aquello, es un virus que tendremos que empezar a fabricar y re-construir desde el hogar, la escuela y la sociedad en general.
No es casual que el perfil de formación profesional se las diversas universidades e institutos superiores pedagógicos se orienten a forjar profesores de pizarra, tiza y dictado a que promotores e incentivadores de la lectura, producción y valoración de textos. No se puede exigir lo que uno no se exige ni da como ejemplo.
Del seguimiento que vengo haciendo desde hace más de quince años de las promociones egresadas de la especialidad de Lengua y Literatura de Institutos Superiores Pedagógicos y Universidades Pública y privadas en la Región Lambayeque, que suman unos 400 por año, si cumplen la función de promotores culturales y motivadores colectivos de la lectura y la producción de textos extracurricularmente, diez, son muchos. Son profesores que dentro de sus inteligencias múltiples no tienen el soporte del amor, la devoción la aptitud y la predisposición por la lectura ni la creación. Son profesores de a sueldo por horas, no maestros que pretendan hacer magisterio literario, dentro y fuera de su institución educativa. Son profesores que están atornillados y cumplidores de una programación curricular infuncional, que cuadricula, parametra y aprisiona la más libre de todas las artes: la creatividad literaria.
Con docentes que no saben el cómo, por qué, para qué enseñar Lengua y Literatura, ni cómo desamarrar y aplicar la gramática formulistoide, ni qué hacer con la preceptiva literaria ni cómo adaptar las estrategias metodológicas para incentivar la lectura ni la producción y compresión de textos, estamos en un grave problema de fondo y de forma: incapaces de enseñar con el ejemplo creativo, nos sumergimos en las mismas profundidades nebulosas de agonía de lectores y hacedores del arte más libérrimo y sublime que perenniza al hombre, la literatura.
Los profesores de Lengua y Literatura están allí dormitando en un rincón con su libro de gramática al lado, con su registro tachonado de rojos, pruebas tipo IBM sin corregir ni devolver, ejemplos clichés de análisis morfosintácticco casi borroneados desde hace más de una centuria y despremunidos de herramientas espirituales: la fuerza motivacional del creador-maestro-ejemplo.
Paciente-alumno y médico-profesor están en cuidados intensivos tumbados sobre la camilla-libros, la enfermedad que los aqueja es la apatía por la lectura, los síntomas son bajos niveles de comprensión lectora, últimos en Latinoamérica en razonamiento verbal y extinción de creadores.
Habrá que empezar por cernir y reevaluar el rol y perfil profesional del profesor de Lengua y Literatura y ver qué, cómo y cuánto lee, ver qué, cómo y cuánto enseña y articula el lenguaje para la literatura. Nadie aprenderá o se habituará a leer por Decreto, Oficio o Memorando. Aprenderemos mecánicamente y festejaremos sacarnos un 20 de nota memorizando todos los verbos pluscuamperfectos y los vericuetos del análisis oracional y hasta retacear una ficha de lectura, pero quizá jamás aprenderemos a habituarnos a la lectura y bucear las cavernas misteriosas de la creación por el puro placer del disfrutar. Eso y aquello, es un virus que tendremos que empezar a fabricar y re-construir desde el hogar, la escuela y la sociedad en general.
Lambayeque, junio 03 de 2006
Nicolás Hidrogo Navarro
Coordinador General Conglomerado Cultural –Lambayeque-Perú
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